sábado, 18 de febrero de 2012

arquetipo de la mala madre

En el caso del arquetipo de la mala madre, es aquel en donde la mujer no solo es una compañera desagradable, exigente y poco satisfactoria. Puede llegar a convertirse en amiga, hermana y consejera competente de su marido; entre todas las formas del complejo materno éste arquetipo tiene las mejores posibilidades de tener éxito en una edad madura, como es el caso del matrimonio; siempre y cuando haya superado el cuidado materno.

Esta mujer gracias a su claridad, objetividad y masculinidad, se encuentra a menudo en puestos de importancia, donde su feminidad tardíamente descubierta, es conducida por su inteligencia lo que despliega una exitosa eficiencia. Pero también, esta parte materna del cuidado de los hijos, su alimentación y educación quedan excluidas en su mente y se lo deja a otros. En el caso que se quede al cuidado de sus hijos, estos serán castigados constantemente por cualquier mal comportamiento, por pequeño que sea; además de no dejarlos buscar su propios sueños, ya que deben de cumplir lo que su madre ha pensado para ellos.

Estas madres se toman de los mitos, de los misterios ocultos, del inframundo de la muerte. Este poder esta representado por las sirenas, arpías, brujas, etc.; pero por otro lado su rol como esposa de una deidad masculina ocupa un lugar importante en la mitología como podría ser el caso de Hera o Isis . Si bien al ser esposas le quita poder, se comprende mejor el concepto de dualidad ya que este se encuentra separado por una parte femenina y otra masculina que se acoplan por un bien común.

Incluso hoy son reconocidas como las mujeres fatales; debido a las declaraciones echas por algunas religiones como la cristiana o la judaica. Un ejemplo de este arquetipo de la mala madre es el de Lilit primera esposa de Adán en el Talmud menciona que fue creada de la misma manera que su esposo, en el Génesis 2:4-25, el texto dice: “Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó”. La primera mujer de Adán sería Lilit, la cual abandonó a su marido y el jardín del Edén al no querer complacer a su esposo, pues se considera su igual y se instaló junto al Mar Rojo con algunos demonios que se convierten en sus amantes. Por las noches se une a los hombres como un súcubo , para poder procrear pero el resultado de este embarazo son solo hijos muertos; por lo que en las leyendas judaicas la transforman en bruja que rapta a los niños en sus cunas. Esta leyenda está vinculada a una tradición mágico-religiosa judía de poner un amuleto alrededor del cuello de los niños recién nacidos, con el nombre de tres ángeles. Se la representa con el aspecto de una mujer muy hermosa, con el pelo largo y rizado, generalmente pelirroja, y a veces alada.

interpretación Coatlicue en su estado original

Es en este apartado artistas como Orozco y Herrán retrata la manera en que los aztecas, valoraban y veneraban la escultura de Coatlicue, cada uno de manera en particular forjan el ideal de la escultura en su contexto original.

Una vez que regresa de su viaje por Europa José Clemente Orozco por una serie de casualidades llega a la ciudad de Hanover, una de ellas fue gracias al profesor de historia del arte Artemas S. Packard , que tiene en mente un proyecto que se lo propone al presidente de la universidad Ernest Hopkins ; estaban preocupados por sus estudiantes que querían aprender sobre las actividades de los artistas en sus estudios; por lo que concluyeron llevar en 1929 a los artistas a la academia como una actividad extracurricular. Siendo José Clemente Orozco el segundo artista en ser llevado al colegio, la idea comenzó con una conferencia en la cual Orozco expondría a los estudiantes, la técnica del fresco y realizaría un pequeño mural para que ellos mismos pudieran observar este proceso. Sin embargo en un principio hubo oposición de que un extranjero pintara los muros al igual que algunos de los decanos preferían a un artista mayormente reconocido como Diego Rivera ; sin embargo los organizadores tenían ya en mente a Orozco, es por esto que se organizan varias exhibiciones de los dibujos de Orozco en la galería Carpenter Hall para dar a conocer mejor su trabajo en Nueva Inglaterra, así como la insistencia de Alma Reed también fue un factor importante.


Es en 1932 cuando finalmente Orozco llega a Dartmouth para pintar en el Carpenter Hall; mientras pintaba era interrumpido por los alumnos; el muy amablemente contestaba a sus preguntas. Es gracias a esta buena actitud y su entusiasmo que fue bien recibido nuevamente cuando decide pintar toda una serie dedicada a la mitología americana, en la serie llamada La épica de la civilización de América (The Epic of America civilization) ofrece una compleja narrativa de la historia de América desde la migración de los aztecas hacia México central, la leyenda de Quetzalcóatl, la sociedad moderna, la industria, que ocupa aproximadamente 3, 200 pies cuadrados, es un ejemplo claro de la pintura mural en los EE.UU.
El título de la serie mural puede haber sido una influencia del pintor Thomas Hart Benton (1889-1975) con su serie titulada La historia épica americana de 1923-30 , una relación al idealismo y pesimismo de la historia de los primeros pobladores de América y su deterioro a manos de los europeos.
En palabras del autor:
Los murales consisten en catorce tableros de 3 x 4 metros aproximadamente y diez talberos menores. El tema principal era el de quetzalcóatl, pero las pinturas finales ya no tienen realacion muy clara con él.

En una carta a su esposa en mayo de 1932 Orozco le cuenta:

la idea de Packard es ésta: que se preparen las paredes inmediatamente y regrese yo en junio a pintar un pedazo aunque sea chico para que así quede comenzado el trabajo y tomado el lugar…el próximo otoño… continuar trabajando viniendo yo por temporadas a pintar…(y) terminar el trabajo en el espacio de un año o año y medio

Es para el fresco Antiguo Sacrificio humano donde decide plasmar, la manera en que los aztecas adoraban a sus dioses, y evocó la forma de abrir el cuerpo de un sacrificado; ubicado en una plancha de cabeza, mientras cuatro sacerdotes sostienen cada una de las extremidades, un quinto sacerdote inserta una cuchilla dentro del cuerpo del sacrificado.

La visión azteca sobre el ritual de muerte y desmembramiento era necesario para poder tener una transición de renacimiento y fertilidad seguramente por la concepción de la vida; esta idea quizás fue reforzada por el fluir de la vida y la muerte en la naturaleza, la diosa de la tierra representó la naturaleza y la sangre la cual se transforma en la savia de la vida, como resultado da sustento. La sangre fecunda el vientre de la tierra, por esto es tan importante estos rituales, la sangre de las victimas las cuales pueden ser animales o hombres, alimentan a los dioses; en este caso representados como Coatlicue.

Los rostros de los sacerdotes están cubiertos ya sea por pintura o mascaras de piedra; quitan cualquier expresión de los mismos, les quita la humanidad que pudieron tener. Mientras el sacrificado en su rostro el dolor no existe en su expresión, es tranquila y pasiva y hace referencia a la importancia y honor de ser sacrificado. En oposición a ello, la escultura de Coatlicue, tiene un rostro mucho más humano, con una expresión, quizás de dolor o sorpresa al contemplar la escena. Si bien el cuerpo de la escultura es cubierto por la cama sacrificial de piedra , si es visible, el collar de la escultura que si bien conserva representaciones de corazones, tiene como atributo principal, pedazos de piel humana entretejida para formar este gran collar.

Orozco en su composición utiliza escasos tonos, siendo los más representativos el gris y el rojo, logrando un contraste evidente; es a partir de esta gama que hace que en su fresco sea para el espectador un momento cruel, la manera en que los aztecas veneraban a sus dioses. Es Coatlicue en esta representación como en la escultura contiene una dualidad, el rostro sorpresivo al ver el sacrificio; convirtiéndose en una madre dolida por el sacrificado, pero también es el arquetipo de la mala madre ya que deja que sacrifiquen a hombres para estar ella satisfecha; es por otra parte una alegoría a la guerra misma, puesto que con el ejemplo que se ubica en el extremo frontal, logra referenciar lo destructor y terminante que es la guerra, una lucha sin sentido y con muchas perdidas.

Es interesante mencionar que tanto en los escritos de Jacquelynn Brass como en el folleto informativo del Dartmouth Collage, la escultura es identificada como Huitzilopochtli. Orozco “no demoniza la imagen de la Coatlicue sino la usa como correspondencia del sacrificio moderno que representa el costo de los militantes como un contrapunto de la institucionalización religiosa del pasado indígena” .

Al observar el contexto completo de la serie para comprender lo que sucede en los paneles contiguos se hace referencia a la era dorada de las culturas prehispánicas, y que mas bien expresa lo que para el significa este sacrificio ya que hacer una correspondencia con el Sacrificio Humano Moderno que representa las vidas humanas al militarizar las naciones como un contrapunto de la necesidad de institucionalizar la religión como lo hacen los aztecas en su tiempo, y que sin importar el tiempo, las guerras tienen la misma consecuencia, la muerte del hombre, y que si el ser humano no es consciente de su pasado se repetirá en el futuro y se perderá lo más importante que tiene, su vida.

Es para Orozco la manera de informar al espectador que el hombre pierde la compasión y bondad si provoca la muerte, esto se ve reflejado por los sacerdotes que sostienen el cuerpo del sacrificado, con mascaras de piedra perdiendo toda expresión humana, como es la representación de Coatlicue de piedra y con elementos animales. Con estas ideas representó que no todos los excesos son buenos, haciendo referencia a su vida personal que siempre estuvo llena de penurias desde una edad muy joven como lo cuenta su esposa Margarita a su nieta Tatiana “a fines del año de 1922, tu abuelito y yo decidimos casarnos, pero no nos fue posible hacerlo de inmediato, porque el estaba escaso de recursos económicos debido a la construcción de la casa anexa a su estudio…”

Es en 1934 cuando a los cincuenta años, Orozco termina esta serie, que para muchos críticos, es uno de los mejores ciclos murales en los EE.UU., solo comparado por el de Diego Rivera en el Instituto de Artes de Detroit.

Saturnino Herrán (1887-1918), “historiadores y críticos de arte le atribuyen el potencia creativo para superar los cánones estéticos durante su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) debido a que le toca la última década del porfirismo y los inicios de la Revolución. Manuel Toussaint (1890-1955) menciona que Herrán fue “el pintor mexicano por excelencia” ya que tuvo un gran amor a México pero al popular, al típico, legendario, colonial y prehispánico.

Saturnino Herrán contaba con estudios académicos pues tuvo maestros como Julio Ruelas, Antonio Fabrés, German Gedovius entre otros; pero al contar con ideas renovadoras tiene una particularidad en su obra ya que declaró la identidad mexicana mediante la exploración de raíces históricas, religiosas y culturales con las cuales realizó obras dedicadas a este tema como la criolla del mantón (1915); en este cuadro aparece una mestiza desnuda sentada sobre un gran mantón, en ella se puede ver la fusión cultural en medio de fachada barroca, follajes mexicanos, así como fruta de la zona.

Es en 1914, que el director de la Academia de San Carlos convocó a alumnos y profesores para un proyecto mural que se ubicaría en el Teatro Nacional de México hoy Palacio de Bellas Artes. Es así como comenzaron los diversos bocetos para el tríptico que se conocería como Nuestros Dioses Antiguos(1913-1914); el tema vital es el mestizaje, la fusión de los indígenas y los españoles en una sola religión. En el panel izquierdo se ubican los indígenas con ofrendas, mientras en el derecho se encuentran los españoles y sacerdotes católicos orando. Logró interpretar la fusión de religiones, en los paneles laterales ya que pone a las dos razas, la indígena y la española a manera de espejo, ambas en una conducta respetuosa se inclinan a su respectivo dios.

En el panel central se localiza la representación de la escultura de Coatlicue y emergiendo del vientre aparece el cuerpo crucificado de Cristo. En el caso de la obra de Herrán entrelaza el momento original de Coatlicue, con la conquista donde se puede apreciar como se va perdiendo la identidad de Coatlicue como madre y diosa azteca y llega la nueva religión de los conquistadores. Herrán logró resolver la gran dualidad de Coatlicue, pues en ella representa la madre que se sacrifica para traer al mundo a su hijo, como en la leyenda del Sol y la Luna, aunque aquí quien trae a la vida es Cristo, el símbolo de la religión traída desde Europa. Tanto Coatlicue como Cristo se ubican de la misma tonalidad, parten del mismo bloque de piedra; aparenta además que el cinturón de Coatlicue sostiene el cuerpo crucificado.

Si bien se trata de dos religiones distintas, se puede llegar a deducir que se refiere al mestizaje como esta amalgama no solo biológica, sino religiosa y cultural que para esos momentos se estaba gestando como todo un acontecimiento de un futuro glorioso. Coatlicue es representada como el precio de la conquista, el cambio que no sólo fue político sino cultural y religioso, la ingenuidad de los pueblos prehispánicos que da lugar a la colonización de los españoles fuera más fácil. Sin embargo, posteriormente las ideas de Europa fomentaron el nacionalismo y una nueva cultura llamada México.

Para Saturnino Herrán, Coatlicue es el soporte que carga el culto de los españoles, quizás también como simbolismo que en un principio los indígenas escondían a sus dioses dentro del nuevo, para Herrán es el momento previo, los españoles están hincados, mientras que algunos indígenas se encuentran inclinados con la cabeza en el piso. Es Coatlicue el cimiento donde los españoles apoyan a su religión quitando a los indígenas sus ideas religiosas al decidir que sus dioses son del demonio y que la única salvación es seguir la religión católica.

jueves, 2 de febrero de 2012

el arquetipo como instrumento de interpretación


En esta sección parto de la idea que con los estudios de género, principalmente los arquetipos de la mala madre, la buena madre y la Gran madre; los cuales inició Carl G. Jung, pero actualmente se han renovado y revitalizado con personalidades como Susan Rowland y Clare Douglas  se pueden interpretar las pinturas de la primera mitad del siglo XX.

Es a partir de estas construcciones que el arquetipo de la madre, se transforma e identifica como la tierra, la nación, la madre de las civilizaciones o madre del creador supremo y por lo tanto tiene ambos aspectos positivos y negativos. Con este pensamiento surge el ideal al finalizar la Revolución, los políticos y pensadores encargados del gobierno, tienen como comisión la necesidad de unificar el país, esto se pretende dar a partir del amor por la patria y así formar una sola identidad nacional que se llama México.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Cronograma final


SEMANA
OBJETIVO
1ª. DIC. 
Leer las biografías encontradas.
2ª. DIC. 
Ampliar texto de borrador, con biografías encontradas.
3ª. DIC. 
Realizar cambios sobre el borrador
4ª. DIC. 
Leer e integrar las biografías faltantes. (Feliciano Peña, Frida Kahlo, Miguel Covarrubias)
1ª. ENERO
Seguir con la interpretación de las obras y unificar la situación de las mujeres en el México de la primera mitad del siglo XX

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Nuestros Dioses, Saturnino Herrán


 
¿Qué significa nuestra ansia histórica, nuestras costumbres de aferrarnos a incontables culturas, nuestro deseo vehemente de conocimiento, sino la pérdida del mito, del hogar mítico, de una cuna mítica?
Friedrich Nietzsche.

El ser humano tiene la necesidad de pertenecer, es a partir de la familia donde se da cuenta que se debe de aferrar a una creencia  a partir de esta idea se va desarrollando sus ideales de pertenencia hasta llegar a formar una civilización y es por esto que crea los mitos para sus futuras generaciones.
Rollo May menciona sobre la necesidad de saber el lugar al que pertenecemos y en palabras de Edipo Rey  debo descubrir quién soy y de donde vengo…”, disponer de un mito del pasado es algo crucial para la identidad presente y, así obtener toda la verdad también para el futuro.[1]
Es con estas afirmaciones que podemos comprender la necesidad del ser humano por establecer su lugar de residencia y rescatar los mitos y leyendas de su civilización cualquiera que esta sea. El ser humano recurre a la metáfora y al símbolo para dar un significado a su propia existencia, ya que  cada pueblo construye y fomenta ideas de acuerdo a sus necesidades primordiales.
Para el proceso de integración en México, al concluir la Revolución de 1910, las ideas nacionalistas toman fuerza, especialmente alrededor de los ideales de igualdad social y de un Estado justo y soberano. Con la ayuda de grandes pensadores, como Vasconcelos, el nacionalismo cultural empezó a expresarse también en la pintura,  la cultura prehispánica  ocupó un lugar fundamental para  el  proceso muralista posrevolucionario. El  proceso no fue espontáneo sino que se debió a acontecimientos ocurridos al final del porfiriato,  así como en el momento de la revolución y después de ella.
Saturnino Herrán con sus estudios académicos y sus ideas renovadoras, realizó obras dedicadas al mestizaje como en  la criolla del mantón de 1915; en este  óleo que pertenece al Museo de Aguascalientes, hace su aparición una mestiza desnuda sentada sobre un gran mantón, en ella se puede ver la fusión cultural en medio de fachada barroca,  follajes mexicanos, así como fruta de la zona.
En El rebozo de 1916, usa una prenda femenina derivada del mestizaje para enredarlo en el cuerpo desnudo de su modelo, la cual sostiene en su mano una manzana que da en una actitud tentadora oferente, así como el  sombrero charro son elementos de esta fusión cultural.
En base a las idas de Ricoer que el mantón y el rebozo se transforman en   símbolos que utiliza Herrán para explicar la metáfora del mestizaje, ya que estas prendas tienen la misma función de envolver y resguardar la parte superior de las mujeres, además que son prendas simbólicas de la cultura española en el caso del mantón, y el rebozo[2] era una prenda utilizada por los prehispánicos.
La calidad compositiva y colorida de Herrán  no es espontánea sino al aprovechamiento de grandes maestros de la Academia como Antonio Fabrés[3] (1854-1936), Leandro Izaguirre[4] (1867-1941), Julio Ruelas[5] (1870-1907) y Germán Gedovious[6] (1867-1937).
 Al realizar el  tríptico Nuestros Dioses Antiguos (1913-1914) (imagen 1) donde  el tema vital es el mestizaje,  la fusión de los indígenas y los españoles en una sola religión, es evidente la metáfora de esta unión a través de los elementos ubicado  en el panel central en los que se encuentra la representación de la escultura de Coatlicue y emergiendo  del vientre aparece el cuerpo crucificado de Cristo. En un extremo los indígenas (imagen 2) con ofrendas, mientras en el otro se ubican los españoles y sacerdotes católicos orando (imagen 3).[7]

Si bien nunca logró plasmarlo, si se puede llegar a comprender todo el estudio que se requería para poder ejecutar un  mural. Lo que si se debe de rescatar y valorar es que Herrán trató el tema del mestizaje de manera muy consciente. En Nuestros Dioses logra interpretar la fusión de religiones, en los paneles laterales pone a las dos razas, la indígena y la española a manera de espejo, ambas en una conducta respetuosa se inclinan a su dios. Herrán logró resolver  la gran dualidad de Coatlicue, pues en ella representa la buena madre que se sacrifica para traer al mundo a su hijo, aunque aquí quien parece ser que trae a la  vida es a Cristo, el  símbolo de la  religión traída desde Europa. Pensando más en que se trata de dos religiones distintas, se puede llegar a deducir que se refiere al mestizaje como esta amalgama no únicamente biológica, sino religiosa y cultural que para esos momentos se estaba gestando como todo un acontecimiento de un futuro glorioso.
La Coatlicue representa el precio de la conquista, el cambio no sólo fue político sino cultural y religioso, la ingenuidad de los pueblos prehispánicos ocasionó que fuera más fácil para los españoles la colonización.  Sin embargo, posteriormente las ideas de Europa fomentaron  el nacionalismo y una nueva cultura llamada México.
Con estas ideas podemos llegar a comprender lo complicado de esta sociedad fragmentada y que el recatar del pasado es fundamental para la unificación. Este simbolismo que representa Herrán en su obra, se puede identificar con las ideas de Ricoeur en referencia al símbolo, siendo la Coatlicue el pasado y  Cristo el presente, lo que identifica al pueblo mexicano como mestizo, y que esta es la única manera que se puede llegar a ser una nación.
La escultura de Coatlicue estuvo escondida durante toda la época colonial y esto también se puede ver reflejado con:
…el antiguo testamento, el castigo más cruel que Yahveh podría infligir a un ser humano era borrar su nombre del libro de los vivos… este robo de identidad personal, esta destrucción de su mito, es un castigo espiritual que amenaza al carácter humano del esclavo incluso aunque su humanidad perista bajo la más brutales condiciones… [8]

Es por esto que el rescate del pasado era tan fundamental para los artistas y como la integración de la sociedad. Podemos identificar a la escultura de Coatlicue como el contacto de la tierra que era lo que se estaba fomentando, la integración nacional. La madre es el primer contacto de cualquier ser humano, es el primer hogar durante nueve meses, es por esto que el rescate de Coatlicue no solo como la buena madre sino también como la Gran madre es esencial como parte de la formación de México. Al encontrar nuestro hogar lo queremos exaltar y sentirnos orgullosos del mismo, por esto la reinterpretación del pasado, transformar a las deidades delas viejas culturas, en pilares de la nueva religión son fundamentales para el pueblo mexicano que requería ser único, a partir de lo mejor de las dos culturas los indígenas y  los españoles.
Es nuevamente el símbolo de los elementos lo que marcan a la  joven nación llevada por el gobierno a ver y valorar su pasado mítico.
Es en palabras de Rollo que :
El mito de nuestro pasado es un punto de referencia que debemos venerar. A diferencia del Holandés Errante, el mítico buque que nunca puede refugiarse en ningún puerto, habremos encontrado nuestro pasado; y esto en sí mismo es una garantía de poder amarrar en algún
puerto en un posible futuro.[9]

Es reconfortante el identificar como en la primera mitad del siglo XX, la
búsqueda de identidad y del pasado para consolidar a la nación tuvo un gran éxito, que favorezco a sentirse honrados de pertenecer a un país con un gran futuro que actualmente se podríamos tomar como ejemplo para recuperar la tolerancia y respeto a nosotros mismos.
La Coatlicue, para Saturnino Herrán es el soporte que carga el culto de los españoles, quizás también como una simbolismo que en un principio los indígenas escondían a sus dioses dentro del nuevo, para Herrán es el momento previo, los españoles están hincados, mientras que algunos indígenas se encuentran inclinados con la cabeza en el piso. Es  Coatlicue el cimiento donde los españoles apoyaron a su religión quitando a los indígenas sus ideas religiosas al decidir que sus dioses pertenecen al demonio y que la única salvación es seguir la religión católica.
Herrán encontró el medio indulgente de presentar un momento doloroso en los inicios de este país, la derrota de los aztecas, el triunfo de los españoles, los indígenas se presentan gallardos,  respetando  a su dios del pasado y recibiendo al nuevo;  los españoles usan a  Coatlicue de pilar dejándola atrás, para mostrarles el dios que nace a partir del dios que muere y en el que se debe de  creer.
Su obra contiene el fundamento temático del muralismo revolucionario que surgiría a principios de los años veinte, ya que perteneció a la misma generación de sus iniciadores como Roberto Montenenegro, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Es gracias a su obra que permite diferentes lecturas de las condiciones históricas, políticas y sociales de su tiempo,  pero sobre todas las cosas, la necesidad de constituir una identidad nacional a partir de referencias con los personajes que plasma en sus obras.
La investigación polisémica en las obras de arte nos ayuda a identificar que Herrán realizó una confrontación de las culturas española y mexica, con la fusión de Coatlicue y Cristo,  esta transfiguración de las premisas mitológicas y fantásticas del modernismo en una poderosa alegoría del mestizaje, todo esto a partir de, la conquista como un  momento de transgresión para los indígenas que pierden su religión y formas de vida  por parte de los españoles y en consecuencia tener mitos y leyendas nuevas, para como toda nación joven encontrar un futuro prometedor.


[1] Rollo May, La necesidad del mito: la influencia de los modelos culturales en el mundo contemporáneo, Barcelona: Paidós, 1992, 78p.p.

[2] esta palabra no se integra dentro del diccionario de la lengua española hasta 1562.
[3] En 1902 la Academia de San Carlos decidió renovar sus técnicas con las del realismo que eran entonces populares e Europa. Llamaron a Antonio Febrés para tomar el lugar de Santiago Rebull para dirigir el área de pintura. Algunos de sus estudiantes fueron conocidos por desarrollar el movimiento posrevolucionario del arte mexicano. En 1907 volvió a Roma.
[4] Fue un pintor, ilustrador y maestro en la Academia de San Carlos. Se dedica a la pintura histórica donde favorece la critica liberal con pinturas como la Tortura de Cuauhtémoc (1892).
[5] Se educó la mayor parte de su vida en Europa gracias a una beca obtenida cuando fue alumno de la academia,  tuvo de maestros a varios artistas plásticos, como el pintor y grabador belga Félicien Rops, y en sus años en México impartió clases en la Academia.
[6] Impartió clases de claroscuro, colorido y composición  de la Academia de San Carlos, algunos de sus alumnos fueron Ángel Zárraga, Diego Rivera, Alberto Garduño, María Izquierdo, entre otros. 
[7] Toussaint Manuel, Saturnino Herrán y su obra, ed. UNAM, México 2ªed. 1990.
[8] Rollo May, La necesidad del mito: la influencia de los modelos culturales en el mundo contemporáneo, Barcelona :  Paidós, , 1992, 47p.p.

[9] Rollo May, La necesidad del mito: la influencia de los modelos culturales en el mundo contemporáneo, ed. Paidós, Barcelona, 1992, 49p.p.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Orden Cronológico de las Obras


En orden cronológico las obras que incluyen una representación  de la escultura de la Coatlicue, se ubican :
Saturnino Herrán, Nuestros dioses, La Coatlicue, 1914, crayón acuarelado sobre papel, 88.5 x 62.5cm. Col. INBA
Diego Rivera, La Coatlicue Mecánica (La Industria de Detroit muro sur), 1932, fresco, 164.29 m2, Instituto de Artes en Detroit, Estados Unidos de Norteamérica
Diego Rivera, La Coatlicue, 1934, mosaico de piedra volcánica de colores, Museo Diego Rivera Anahuacalli, México D.F.[1]
Orozco José Clemente, Antiguo Sacrifico Humano, 1932, fresco,  Librería Baker, Dartmouth Collage, Hanover, Nuevo Hampshire, Estados Unidos de Norteamérica[2]
Orozco José Clemente, El Sacrificio  1937, fresco,  Hospicio Cabañas, Guadalajara,  Jalisco,  México.[3]
Diego Rivera, Unidad Panamericana,  1940 , fresco sobre 10 tableros unidos y transportables, 17540 m2, City Collage de  San Francisco, California, Estados Unidos de Norteamérica
Covarrubias Miguel, New York’s Favourite Opening Nights The Museum of Modern Art,  1940, gouache. Yale University Art Gallery, New Haven, Connecticut. Regalo de Sra. Rosa R. De Covarrubias[4]
Kahlo Frida,  Moisés (nacimiento de un héroe),  1945, óleo sobre masonite, 94 x 50.8 cm., colección privada
Feliciano Peña, Museo Nacional,  1952, grabado linóleo sobre masonite, 19.7 x 514.8 cm, colección Andrés Blainsten

Es interesante notar que las primeras obras contienen en sus títulos palabras que están relacionadas con el pasado original de la escultura de la Coatlicue ya sea que incluye el nombre propio de la escultura; o como el de dioses antiguos en la obra de Saturnino Herrán, o inclusive la palabra sacrificio para poder tener la gracia del dios, mejores cosechas, tierra fértil, etc. Quizás como una necesidad de rescatar el pasado, la búsqueda de un pueblo que unificara a una nación joven que no contaba con una identidad.
Sin embargo a partir de 1940, cuando las necesidades sociales estaban cambiando, y era importante unificar a toda América, como la obra de Diego Rivera, los títulos de las obras cambian y no se trata de adular al pasado prehispánico o a la Coatlicue, sino que  entran como parte integral de la búsqueda del continente que se esta formando sobretodo la necesidad de que Estados Unidos reconociera a México como un país lleno de identidad y de a pesar de ser una nación joven contaba con una larga historia y es aquí que se comparan las culturas prehispánicas con la griega y la romana como en la obra de Frida Kahlo; es exhibir con gran orgullo este pasado como la obra de Feliciano Peña o la de Miguel Covarrubias.


[1] Todavía no se encuentra las dimensiones precisas del mosaico.
[2] Ibídem
[3] Ibídem
[4] James Oles, South of the border: México en la imaginación norteamericana 1914-1947, Washinton, Smithsonian Institution Press, 1993 p. 143

la piedra como elemento


Distinguir claramente los problemas de la imaginación y la percepción para mostrar como la imagen rigue lo que se persigue. Las palabras se usan como apropiaciones de ciertos elementos para darles un mayor simbolismo.[1]

En el caso de la palabra dureza revelan tanto en el lenguaje como en la metáfora una señal de fuerza, de ira u orgullo.


La roca se va a transformar en este elemento metafórico que tanto artistas como literatos utilizan para darle intensidad a sus obras. Es la  roca un elemento eterno, lleno de historias y vivencias que por su concepción de dureza y pesadez permanece inmóvil atreves del tiempo sin revelar sus secretos.

El granito habla de la permanencia de su ser en su propio grano. Desafía cualquier penetración, cualquier raya, cualquier desgaste. Nace entonces toda una clase de ensueños que desempeñan un papel importante en la educación de la voluntad.[2]

Es con esta idea que podemos comprender la importancia de Coatlicue no solo como símbolo de la tierra; sino también al comprender la importancia del material que se realizó y como los artistas que la representan, también usan principalmente el material en el que fue creada.


[1] Idea extraída de Bachelard Gastón, La tierra  los ensueños de la voluntad, ed. Fondo de cultura económica, México, 1994, 76-78pp.
[2] Ibídem pp.229