lunes, 15 de agosto de 2011

La representación de la Coatlicue en la pintura postrevolucionaria como una expresión de la identidad nacional


El hilo conductor entre Saturnino Herrán (1887-1918), José Clemente Orozco (1883-1949) y Diego Rivera (1886-1957)  es la diosa Coatlicue[1] en su afán por recuperar el pasado indígena;  y de acuerdo con sus vivencias y necesidades de expresión, la reinterpretan y le agregan significados particulares. En el presente trabajo las obras a las que haré referencia son en tres diferentes procesos, por lo que tendremos una visión de todo el estudio necesario para llegar a la terminación de la obra. La metodología que usaré es la deductiva.
La cultura, los valores y la política nos ayudan a  reconocer una identidad nacional  modificada a lo largo del tiempo, pues los individuos crean nuevas ideas gracias a sus experiencias personales. La generación del Ateneo de la Juventud[2] buscó rescatar el pasado prehispánico principalmente el azteca, y con el correr del tiempo, el interés se incrementó y transformó en un movimiento de carácter social que ubicará al pueblo como su eje central.
Al concluir la Revolución de 1910 las ideas nacionalistas toman fuerza, especialmente alrededor de los ideales de igualdad social y de un Estado justo y soberano. Con la ayuda de grandes pensadores, como Vasconcelos, el nacionalismo cultural empezó a expresarse también en la pintura, y particularmente en la mural.  La cultura prehispánica  ocupó un lugar fundamental para  el  proceso muralista posrevolucionario. El  proceso no fue espontáneo sino que se debió a acontecimientos ocurridos al final del porfiriato,  así como en el momento de la revolución y después de ella.  
El investigador Franz Boas[3]   utilizó el relativismo cultural para dar a conocer que  cada cultura es un comportamiento adquirido, donde la civilización usa sus propios términos y puntos de vista, aunque las interpretaciones corresponden a un proceso  universal. Las ideas de Boas favorecieron a arqueólogos como Manuel Gamio (1883-1960),  pues ayudó a una mejor comprensión de la situación indígena en México y que gracias a esto se crea el Instituto Indigenista Interamericano. Él  identificó el criterio de su época para estudiar el arte prehispánico mencionando que:
Frecuentemente se califica de estética o de antiestética la producción artística prehispánica, pero casi nunca se explica por qué se le denomina así. Se juzga el arte arqueológico unilateral, como cada uno cree que debe ser y no como es; se prejuzga, no se juzga. Esto hace que el concepto general que tenemos del arte prehispánico, sea indefinido y nuestra obra arqueológico-artística poco conocida y estimada.[4]

Gamio ayudó a comprender no solo lo que estaba pasando en esa época, sino también a entender de manera consciente por qué ciertos objetos los consideramos artísticamente bellos y otros no.
Las  ideas renovadoras, por la búsqueda del  nacionalismo y  lo exótico indígena, originan que  artistas como Saturnino Herrán, Diego Rivera y José Clemente Orozco vean al pasado prehispánico como parte fundamental de su obra. Al parecer Gamio y Saturnino Herrán jamás se conocieron, aunque sí  fueron contemporáneos; cada uno de ellos ve a su manera el indigenismo.
Saturnino Herrán con sus estudios académicos y sus ideas renovadoras, realizó obras dedicadas al indigenismo como en  la criolla del mantón de 1915; en este  óleo de 121 x 112 cm. que pertenece al Museo de Aguascalientes, hace su aparición una mestiza desnuda sentada sobre un gran mantón, en ella se puede ver la fusión cultural en medio de fachada barroca,  follajes mexicanos, así como fruta de la zona.
En El rebozo de 1916  usa una prenda femenina derivada del mestizaje para enredarlo en el cuerpo desnudo de su modelo, la cual sostiene en su mano una manzana que da en una actitud tentadora oferente, así como el  sombrero charro son elementos de esta fusión cultural.
La calidad compositiva y colorida de Herrán  no es espontánea sino al aprovechamiento de grandes maestros de la Academia como Antonio Fabrés[5] (1854-1936), Leandro Izaguirre[6] (1867-1941), Julio Ruelas[7](1870-1907) y Germán Gedovious[8] (1867-1937).
El tríptico Nuestros Dioses Antiguos[9] (1913-1914) donde  el tema vital es el mestizaje,  la fusión de los indígenas y los españoles en una sola religión. En el panel central se encuentra la representación de la escultura de la Coatlicue y emergiendo  del vientre aparece el cuerpo crucificado de Cristo. En un extremo los indígenas con ofrendas, mientras en el otro se ubican los españoles y sacerdotes católicos orando.[10]
Si bien nunca logró plasmarlo, si se puede llegar a comprender todo el estudio que se requería para poder ejecutar un  mural. Lo que si se debe de rescatar y valorar es que Herrán es uno de los primeros que trató el tema del indigenismo y el mestizaje de manera muy consciente. En Nuestros Dioses logra interpretar la fusión de religiones, en los paneles laterales pone a las dos razas, la indígena y la española a manera de espejo, ambas en una conducta respetuosa se inclinan a su dios. Creo que  Herrán logró resolver  la gran dualidad de la Coatlicue, pues en ella representa la madre que se sacrifica para traer al mundo a su hijo, aunque aquí quien parece ser que trae a la  vida es a Cristo, el  símbolo de la  religión traída desde Europa. Pensando más en que se trata de dos religiones distintas, se puede llegar a deducir que se refiere al mestizaje como esta amalgama no solo biológica, sino religiosa y cultural que para esos momentos se estaba gestando como todo un acontecimiento de un futuro glorioso.
La Coatlicue representada es el precio de la conquista, el cambio no sólo fue político sino cultural y religioso, la ingenuidad de los pueblos prehispánicos ocasionó  que fuera más fácil para los españoles la colonización.  Sin embargo, posteriormente las ideas de Europa fomentaron  el nacionalismo y una nueva cultura llamada México.
No todos los alumnos de la  Academia de San Carlos vieron de igual manera a la Coatlicue, para José Clemente Orozco, quien tuvo la oportunidad de ser alumno de Gerardo Murillo (Dr. Atl) (1875- 1964) entre 1906 y 1914, la representó como una diosa con una sed de sacrificios para mantenerla satisfecha. Orozco retoma la representación de los  aztecas en el templo Mayor  con la leyenda del sol y la luna según la cual, la Coatlicue queda encinta únicamente al guardar un ovillo de plumas en su falda. Sus hijos, en especial su hija Coyolxauhqui, creen que han sido engañados por su madre, por lo que pretende matarla; sin embargo, el hijo que espera y que pronto traerá al mundo, Huitzilopochtli, estaba dispuesto a defender el honor de su madre. Es este conflicto lo que provoca que el sol y la luna luchen todos los días para traer luz de la noche.
Orozco conociendo esta leyenda la retoma como idea para el panel  Sacrificio Humano Antiguo[11]  de la serie de murales titulada La épica de la Civilización Americana (1932)[12], comisionada por El Consejo de Fiduciarios del Dartmouth College, que incluyó a Nelson Rockefeller.  En esta serie de murales plasmó desde el asentamiento del pueblo azteca hasta la conquista y la modernidad. Para lograr la unificación de América, retrató dos realidades, por un lado la civilización Mesoamérica en la cual los españoles insertaron sus ideas religiosas y sociales, y  por el otro la Norteamericana que en el caso los ingleses destruyeron a la mayor cantidad de indios. Orozco cuenta  estas dos realidades, aunque principalmente  la mesoamericana con los aztecas y la leyenda de  Quetzalcóatl. El protagonismo de la Coatlicue,  en el panel del Sacrificio Humano Antiguo, resaltó el momento previo de la muerte del enemigo para establecer el orden del cosmos. Es la contraparte del panel posterior, Sacrificio Humano Moderno, donde el cuerpo de un soldado también se encuentra desmembrado.[13]
Si bien en esta serie utilizó la pared como soporte principal,  posteriormente si utilizó paneles movibles como en el fresco Dive bomber and Tank[14] (1940) obra de seis paneles.
Diego Rivera por su parte realizó el mural transportable más grande de toda su carrera[15] llamado Unidad Panamericana[16]  (1940). Algunos estudiosos opinaron que  no se les debe llamar mural y argumentaron que solo si se hace sobre una pared se puede considerar mural. Sin embargo, por cuestiones de comodidad y debido a que el mismo Rivera creía que Estados Unidos es “un país donde los edificios no duran mucho tiempo”[17] los hace transportables sobre un armazón de metal.
Es en el  mural de Unidad Panamericana donde  Rivera  decidió representar “la unión de las Américas…, su evolución en las artes… en el contexto de las civilizaciones antigua y moderna, dando un énfasis especial a los aspectos del antiguo México.”[18]  Es la directora del Museo de Arte de San Francisco Grace Mc Cann quien invitó  a Rivera para este mural, el motivo es la celebración de la terminación del puente Golden Gate así como para promover los vínculos económicos y las relaciones diplomáticas de toda la cuenca del pacífico de ahí el nombre de Panamericano[19],  refiriéndose a la Exposición y celebración.
El nombre con el que Rivera muestra el proyecto fue The marriage of the artistic expression of the North and the South of this Continent, en sus propias palabras comenta:
 …el mural en el que trabajo actualmente representa el matrimonio entre la expresión artística del norte y del sur, es un todo. Creo que para obtener un arte americano es necesario esto, unir el arte de indios, mexicanos y esquimales con el arte de construir máquinas, una necesidad propia del lado material de la vida, un impulso creativo también pero con otra forma de expresión.[20]

En el panel central se ubica la Coatlicue, esta representa equitativamente el matrimonio del norte y sur, pues la mitad de ella está  hecha de piedra y piel y la otra mitad se transforma en una prensa mecánica. Es lo que Rivera mencionó  que es su expresión artística, pues une el arte indígena en este caso la Coatlicue y por el otro construir máquinas.


Estas  tres obras nos permiten penetrar en las investigaciones y estudios para poder llegar a efectuar un mural. La obra de Herrán es un boceto realizado en carbón, acuarela y lápices de color todos hechos sobre papel para un mural, la obra de Orozco es un mural como se conoce realizado sobre una pared en específico con la técnica al fresco, en cambio Rivera  lo realiza en varios paneles para una mejor transportación. Es gracias a esto que podemos llegar a la conclusión, que es la Coatlicue, la que simboliza ese pasado exótico que buscaban significar la identidad nacional y el indigenismo. 
Las tres representaciones de la Coatlicue se ubican en el centro de la composición y dominan la situación espacial de la obra. Si bien Herrán es más una ilustración detallada de la escultura de la Coatlicue, las cabezas con los colmillos de las serpientes encontradas y sus lenguas bífidas son cubiertas por la cabeza del Cristo, lo que evita ver la parte más fiera de la Coatlicue. En el caso de Orozco el cuerpo es de piedra, pero el rostro es humano, su collar ya no es de piedra sino de piel que se enrosca como un rebozo. Rivera por su parte realizó la Coatlicue en piel, piedra y metal, su rostro es uno solo, pero de un lado de piedra con un colmillo, el otro lado si es de metal incluyendo el colmillo del mismo material, sin embargo su rostro no se ve enojado y es quizás por la mano de piel que saluda, lo que hace ver en una actitud de bienvenida.
Pienso que para Saturnino Herrán la Coatlicue es el soporte que carga el culto de los españoles, quizás también como simbolismo que en un principio los indígenas escondían a sus dioses dentro del nuevo, para Herrán es el momento previo, los españoles están hincados, mientras que algunos indígenas se encuentran inclinados con la cabeza en el piso. Es la Coatlicue el cimiento donde los españoles apoyan a su religión quitando a los indígenas sus ideas religiosas al decidir que sus dioses son del demonio y que la única salvación es seguir la religión católica.
Orozco “no demoniza la imagen de la Coatlicue  sino la usa como correspondencia del sacrificio moderno que representa el costo de los militantes como un contrapunto de la institucionalización religiosa del pasado indígena”.[21] Sin importar el tiempo, las guerras tienen la misma consecuencia, la muerte del hombre, en el cual si el hombre no es consciente de su pasado se repetirá el futuro y se perderá lo más importante su vida. Es para Orozco la manera de informar al espectador que el hombre pierde la compasión y bondad si provoca la muerte, esto se ve reflejado por los personajes que sostienen el cuerpo del sacrificado, aparentan sus rostros máscaras elaboradas de piedra al igual que el cuerpo de la Coatlicue.
Rivera ve la continuidad entre el pasado indígena y la modernidad que unifica el presente lleno de adelantos científicos, la Coatlicue  oscila entre la vida de un futuro lleno de logros culturales, sociales, artísticos  y la amenaza de muerte haciendo referencia a que es un periodo lleno de problemas políticos y dictaduras en Europa y que América se debe de unir para evitar ser invadida por  la opresión.
El análisis de la Coatlicue como un elemento emblemático del pasado indígena prehispánico, sirve a los distintos artistas de la etapa posrevolucionaria para indagar en sus nociones particulares la identidad nacional. Más allá de las diferencias particulares, todos ellos parecen coincidir en la conciencia sobre la enorme dificultad de conciliar las distintas tradiciones culturales que conforman al México moderno.
Herrán encontró el medio indulgente de presentar un momento doloroso en los inicios de este país, la derrota de los aztecas, el triunfo de los españoles, los indígenas se presentan gallardos,  respetando  a su dios del pasado y recibiendo al nuevo;  los españoles usan a la Coatlicue de pilar dejándola atrás, para mostrarles el dios que nace y en el que se debe de  creer.
Orozco fue un hombre realista que observó de primera mano las desgracias de la Revolución; sin embargo supo que, sin importar el tiempo en el pasado o en el presente, existirán sacrificios para un mismo fin: la nacionalidad, el defender la tierra donde nacimos así como nuestros ideales sean cuales fueren, si bien es un planteamiento sanguinario su realismo nos enfrenta a los esfuerzos que se tuvieron que hacer para obtener una igualdad y una nación.
Rivera vio en la Coatlicue un elemento primordial para el futuro de América, es una transformación de la tierra fértil con sus materias primas al uso de las máquinas para conseguir un mejor provecho de los recursos en una sociedad cambiante que requiere de más productos, es entonces la Coatlicue lo mejor del pasado con una población fuerte, trabajadora y guerrera y el presente, que tiene todo el conocimiento intelectual para la creación de maravillosos adelantos tecnológicos.
La formación de México es gracias a una búsqueda constante del nacionalismo logrado por una lucha revolucionaria que unifica al país, así como el indigenismo que es el pilar donde se construye esta nación, todo esto fomentado y sustentado con los conocimientos artísticos de Herrán, Orozco y Rivera; utilizando una escultura prehispánica que representa no solo la tierra, sino la madre de la lucha constante del día y la noche, el pasado y el presente, culturas distintas chocando y sobretodo la mexicanidad que es la suma de un todo.


[1] Desde su descubrimiento en la plaza mayor de la Ciudad de México, el 13 de agosto de  1790, la colosal escultura de la Coatlicue la diosa azteca de la tierra, actualmente en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México 
[2] Conocido también como Ateneo de México, asociación mexicana nacida el 28 de octubre de 1909 para trabajar la cultura y el arte, proponían la libertad de cátedra, pensamiento y reafirmación de los valores cultuales, éticos y estéticos de América Latina. Sus orígenes se encuentran en la revista Savia Moderna.
[3] Es considerado el fundador de la antropología moderna, sigue el método científico.
[4] Gamio Manuel, “El Concepto del arte prehispánico en Gamio Manuel”, Arqueología e Indigenismo, ed. Instituto Nacional Indigenista, 1986. 63p.
[5] En 1902 la Academia de San Carlos decidió renovar sus técnicas con las del realismo que eran entonces populares e Europa. Llamaron a Antonio Febrés para tomar el lugar de Santiago Rebull para dirigir el área de pintura. Algunos de sus estudiantes fueron conocidos por desarrollar el movimiento posrevolucionario del arte mexicano. En 1907 volvió a Roma.
[6] Fue un pintor, ilustrador y maestro en la Academia de San Carlos. Se dedica a la pintura histórica donde favorece la crítica liberal con pinturas como la Tortura de Cuauhtémoc (1892).
[7] Se educó la mayor parte de su vida en Europa gracias a una beca obtenida cuando fue alumno de la academia,  tuvo de maestros a varios artistas plásticos, como el pintor y grabador belga Félicien Rops, y en sus años en México impartió clases en la Academia.
[8]Impartió clases de claroscuro, colorido y composición  de la Academia de San Carlos, algunos de sus alumnos fueron Ángel Zárraga, Diego Rivera, Alberto Garduño, María Izquierdo, entre otros. 
[9] Ver  Anexo 1
[10] Toussaint Manuel, Saturnino Herrán y su obra, ed. UNAM, México 2ªed. 1990.
[11] Se ubican en el ala oeste de la Biblioteca, Dartmouth College, Hanover, New Hampshire, Estados Unidos de Norteamérica. Ver Anexo 2
[12] Orozco at Dartmouth College and The Epic of American Civilization, Bass Jacquelynn, edited by Nils Nadeau. Brouchure, 2007.  4pp.
[13] Ibíd. p.11
[14] Comisionado por el Museo de Arte Moderno en Nueva York.
[15] Lozano Luis-Martín La lucha contra el fascismo. Palacio de Bellas Artes México y City Collage San Francisco, 386-433pp
[16]  Se ubica en  el teatro Diego Rivera del City College de  San Francisco, California, Estados Unidos de Norteamérica Ver Anexo 2
[17] Vázquez Ramos Marina, México ante Estados Unidos. Tableros para el Museo de Arte Moderno  Nueva York, 304pp.
[18] Diego Rivera: a retrospective. City Collage of San Francisco, Founders Society Detroit Institute of Arts, 1986, 322pp.
[19] Lozano Luis-Martín La lucha contra el fascismo. Palacio de Bellas Artes México y City Collage San Francisco, 386-433pp.
[20] Diego Rivera conversando con Dorothy Ruccinelli en 1940 tomado de Lozano Luis-Martín La lucha contra el fascismo. Palacio de Bellas Artes México y City Collage San Francisco, 422 pp.
[21] Traducción del autor de Orozco at Dartmouth College and The Epic of American Civilization, Bass Jacquelynn, edited by Nils Nadeau. Brouchure, 2007. 10pp. 

Bibliografía

Batalla Rosado, José La religión azteca, ed. Trotta, España, 2008.

Castañeda Juan et al. Jornadas de Homenaje, Saturnino Herrán Jornadas de Homenaje, ed. UNAM, México, 1989.

Krickeberg, Walter, Mitos y leyendas de los aztecas, incas, mayas y muiscas, ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1971.

Fernández Justino, Estética del arte mexicano: Coatlicue; el retablo de los reyes; el retablo de los reyes; el hombre, ed. UNAM, México, 1972.
Fernández, Justino, El Arte del siglo XIX en México, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2001.
Lozano Luis-Martín y Coronel Rivera Juan Rafael, Diego Rivera obra mural complete, ed. Tachen, USA, 2007.
Rivera Diego, Diego Rivera: a retrospective, New York, 1986
ARTICULOS
Bass Jacquelynn y Nadeau Nils, Orozco at Darthmouth the Epic of American Civilization, Hanover, USA, 2007.

1 comentario:

  1. Esto sí es Panofskiano. Acuérdate de poner las referencias bibliográficas en orden alfabético.

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