lunes, 21 de noviembre de 2011

Orden Cronológico de las Obras


En orden cronológico las obras que incluyen una representación  de la escultura de la Coatlicue, se ubican :
Saturnino Herrán, Nuestros dioses, La Coatlicue, 1914, crayón acuarelado sobre papel, 88.5 x 62.5cm. Col. INBA
Diego Rivera, La Coatlicue Mecánica (La Industria de Detroit muro sur), 1932, fresco, 164.29 m2, Instituto de Artes en Detroit, Estados Unidos de Norteamérica
Diego Rivera, La Coatlicue, 1934, mosaico de piedra volcánica de colores, Museo Diego Rivera Anahuacalli, México D.F.[1]
Orozco José Clemente, Antiguo Sacrifico Humano, 1932, fresco,  Librería Baker, Dartmouth Collage, Hanover, Nuevo Hampshire, Estados Unidos de Norteamérica[2]
Orozco José Clemente, El Sacrificio  1937, fresco,  Hospicio Cabañas, Guadalajara,  Jalisco,  México.[3]
Diego Rivera, Unidad Panamericana,  1940 , fresco sobre 10 tableros unidos y transportables, 17540 m2, City Collage de  San Francisco, California, Estados Unidos de Norteamérica
Covarrubias Miguel, New York’s Favourite Opening Nights The Museum of Modern Art,  1940, gouache. Yale University Art Gallery, New Haven, Connecticut. Regalo de Sra. Rosa R. De Covarrubias[4]
Kahlo Frida,  Moisés (nacimiento de un héroe),  1945, óleo sobre masonite, 94 x 50.8 cm., colección privada
Feliciano Peña, Museo Nacional,  1952, grabado linóleo sobre masonite, 19.7 x 514.8 cm, colección Andrés Blainsten

Es interesante notar que las primeras obras contienen en sus títulos palabras que están relacionadas con el pasado original de la escultura de la Coatlicue ya sea que incluye el nombre propio de la escultura; o como el de dioses antiguos en la obra de Saturnino Herrán, o inclusive la palabra sacrificio para poder tener la gracia del dios, mejores cosechas, tierra fértil, etc. Quizás como una necesidad de rescatar el pasado, la búsqueda de un pueblo que unificara a una nación joven que no contaba con una identidad.
Sin embargo a partir de 1940, cuando las necesidades sociales estaban cambiando, y era importante unificar a toda América, como la obra de Diego Rivera, los títulos de las obras cambian y no se trata de adular al pasado prehispánico o a la Coatlicue, sino que  entran como parte integral de la búsqueda del continente que se esta formando sobretodo la necesidad de que Estados Unidos reconociera a México como un país lleno de identidad y de a pesar de ser una nación joven contaba con una larga historia y es aquí que se comparan las culturas prehispánicas con la griega y la romana como en la obra de Frida Kahlo; es exhibir con gran orgullo este pasado como la obra de Feliciano Peña o la de Miguel Covarrubias.


[1] Todavía no se encuentra las dimensiones precisas del mosaico.
[2] Ibídem
[3] Ibídem
[4] James Oles, South of the border: México en la imaginación norteamericana 1914-1947, Washinton, Smithsonian Institution Press, 1993 p. 143

la piedra como elemento


Distinguir claramente los problemas de la imaginación y la percepción para mostrar como la imagen rigue lo que se persigue. Las palabras se usan como apropiaciones de ciertos elementos para darles un mayor simbolismo.[1]

En el caso de la palabra dureza revelan tanto en el lenguaje como en la metáfora una señal de fuerza, de ira u orgullo.


La roca se va a transformar en este elemento metafórico que tanto artistas como literatos utilizan para darle intensidad a sus obras. Es la  roca un elemento eterno, lleno de historias y vivencias que por su concepción de dureza y pesadez permanece inmóvil atreves del tiempo sin revelar sus secretos.

El granito habla de la permanencia de su ser en su propio grano. Desafía cualquier penetración, cualquier raya, cualquier desgaste. Nace entonces toda una clase de ensueños que desempeñan un papel importante en la educación de la voluntad.[2]

Es con esta idea que podemos comprender la importancia de Coatlicue no solo como símbolo de la tierra; sino también al comprender la importancia del material que se realizó y como los artistas que la representan, también usan principalmente el material en el que fue creada.


[1] Idea extraída de Bachelard Gastón, La tierra  los ensueños de la voluntad, ed. Fondo de cultura económica, México, 1994, 76-78pp.
[2] Ibídem pp.229

domingo, 20 de noviembre de 2011

1.6. La visualización de la mujer en la primera mitad del siglo XX



En el mito nacional, la imagen de la mujer en la Revolución mexicana es la de “soldadera” o “Adelita” , es la mujer campesina que se une al ejercito insurgente y carga las posesiones de su hombre, las balas, el metate y elabora la comida mientras marchan a lo largo de las regiones. Son también recordadas con el rifle en mano forma parte de las líneas rebeldes[1]. Al estar en luchando en la revolución son reconocidas como igual sin embargo al finalizar la revolución las cosas no son así.
Si bien en 1906 trataron de obtener el voto femenino, se vieron reflejadas en una posición  desventajosa debido a las costumbres de antaño[2], es gracias a la Revolución que la clase trabajadora femenina se da cuenta de esta gran desigualdad y empieza a luchar por obtener tierra y los mismos derechos.
Las mujeres no eran consideradas en el arte, “no sólo por considerarlas sin aptitudes para expresarse…, sino porque debían atender las actividades atribuidas a su sexo”[3], son estas ideas de tiempos pasados que las mujeres tienen que sufrir al empezar el siglo XX.
Las ideas de Vasconcelos que se  inclinan a una educación donde la nación como  concepto es vinculado con la estética, son gracias a estas ideas, que las cosas empiezan a cambiar y existió una transformación social que se aleja del arte europeo. Si bien durante las dos primeras décadas no sucede mucho, algunas mujeres se transforman en inspiración y modelos de los artistas, como “Antonieta Rivas Mercado, Carmen Mondragón, María Asúnsolo, Guadalupe Marín, Dolores Olmedo, estuvieron presentes en la vida política, social y cultural.” [4] Si bien todas ellas pertenecían a la alta sociedad si fueron fuente de inspiración y cambio en la sociedad mexicana.

Una de las figuras femeninas mas recurrentes según Aida Sierra entre 1914 y 1940 y que atiende a la idea de identidad de un territorio, el indigenismo y las ideas de lo femenino; es la mujer tehuana. El interés por el Ismo de Tehuantepec se retoman en imágenes de la cultura rural, popular, mágica y exótica que es lo que busca el lenguaje plástico de Vasconcelos y sus seguidores. Desde la pintura de la Tehuana, de Saturnino Herrán, la tradición occidental se hereda y se vuelve un estereotipo nacionalista de los muralistas como Diego Rivera.[5]

Es gracias a estas ideas de la iconografía de la mujer exótica, popular y nacional que artistas, historiadores poetas y críticos como Justino Fernández y Octavio Paz que durante el siglo XX emplean “representaciones cosmógonicas prehispánicas femeninas tales como la diosa Coatlicue…”[6]


[1] Rocha Martha Eva, The faces of Rebellion: from Revolucionaries to Veterans in Nationalist Mexico, En: Mitchell Stephanie and Schell Patience A., The women’s Revolution in Mexico, 1910 – 1953, Rowman & Litterfield publishers, EE.UU, 2007 p.p. 15
[2] Barrios, Luis, Las mujeres en la plástica mexicana de la primera mitad del siglo XX, En: Serrano Barquín, Héctor, et al., Imagen y representación de las mujeres en la plástica mexicana; una aproximación a su presencia en las artes visuales y populares de 1880 a 1980, ed. Dirección de vinculación investigación-sociedad, México, 2005, pp. 63
[3] Ibídem pp. 65
[4] Ibídem pp. 71
[5] Idea extraída de Serrano, Héctor, Géneros, temas e iconografía. Las mujeres plasmadas y lo que plasmaron las mujeres en el arte, En: Serrano Barquín, Héctor, et al., Imagen y representación de las mujeres en la plástica mexicana; una aproximación a su presencia en las artes visuales y populares de 1880 a 1980, ed. Dirección de vinculación investigación-sociedad, México, 2005 pp. 169
[6] Ibídem, pp. 171

despues de la enfermedad...

Si bien estos 15 días han sido difíciles por la gripa, creo que ya estoy de regreso lista para seguir trabajando en el proyecto, aprovechando la fecha tan memorable.